En la dieta alimenticia de nuestros caballos no pueden faltar los carbohidratos, principios inmediatos de los alimentos, que contienen carbono, hidrógeno y oxígeno.
Los podemos clasificar de dos maneras: según su función en la planta y según la manera en que son digeridos y utilizados por el organismo de los caballos, aspecto en el que nos centraremos.
Los carbohidratos pueden ser digeridos/absorbidos por el caballo como monosacáridos (sobre todo, glucosa y fructosa) en el intestino delgado, o pueden ser fermentados en el intestino grueso produciendo ácidos grasos volátiles o ácido láctico. Así, en este grupo encontramos: carbohidratos hidrolizables, carbohidratos rápidamente fermentables y carbohidratos lentamente fermentables.
Entonces, ¿cuáles son los buenos?
Depende. El nivel adecuado de cada carbohidrato estará en función del carácter del caballo y de su actividad.
Los carbohidratos hidrolizables (como el almidón) son importantes en caballos de competición, ya que éstos necesitan cantidades considerables de energía. El almidón, tras su digestión en el estómago e intestino delgado, se transforma en glucosa, y ésta es el mayor sustrato para la síntesis de glucógeno que, a su vez, es el combustible que necesita el músculo del caballo para trabajar. La mayor parte del glucógeno se almacena en el hígado y en menor medida en las células musculares.
Pero, y esto es importante, un exceso de glucosa en sangre puede contribuir o agravar ciertos problemas/enfermedades en caballos tales como la rabdomiolisis o enfermedad de los lunes y miopatía equina de acumulación de polisacáridos, ambas, enfermedades musculares.
Además, si la dieta del caballo es demasiado elevada en almidones, es probable que no todos se digieran en el intestino delgado y que pasen al intestino grueso, lo que puede producir ácido láctico y desencadenar una secuencia de efectos que pueden culminar en laminitis.
Casi todos los alimentos empleados en caballos contienen almidón en mayor o menor medida, excepto los aceites y las grasas (con un 0%), y, en una escasa proporción, los forrajes y los subproductos fibrosos de oleaginosas. Sin embargo, los subproductos de cereales (salvados de trigo, avena, maíz) pueden contener hasta un 40%. Ni qué decir que los cereales, por supuesto, también los contienen, y hasta niveles cercanos al 75%.
Los carbohidratos rápidamente fermentables, por su parte, están formados principalmente por pectinas, otro de los sustratos para la generación de glucosa en los caballos. No es habitual que el caballo ingiera un exceso de pectinas y, de hacerlo, no hay peligro.
Por último, los carbohidratos lentamente fermentables son esenciales para mantener una flora bacteriana, o un entorno microbiótico, saludable. Estos carbohidratos se encuentran en los forrajes de calidad, hierbas, henos, alfalfas…
Nunca nos cansaremos de decir, que el aporte suficiente de forrajes de calidad evitará en gran medida la aparición de úlceras y cólicos en nuestros caballos.
En resumen, la dieta de nuestros caballos debe contener carbohidratos de los tres tipos, pues todos son necesarios para su nutrición óptima, pero en las cantidades adecuadas para cada tipo de caballo.
De ahí la importancia de apostar por piensos equilibrados y por un manejo adecuado para complementar la nutrición de nuestros equinos. Y el forraje debe ser, siempre, la base de la alimentación de los caballos.